Sentía esa presencia, cada vez que estaba a solas y en la
oscuridad.
Era algo intangible, pero, que estaba presente, el silencio
que atronaba mis oídos me ponía en guardia, y convertía en tortura el simple
hecho de apagar la luz.
Desde que el clic del interruptor con su escueto chasquido
me sumía en las sombras, apuraba mi paso para llegar cuanto antes al
dormitorio, y entonces, en mi espalda, sentía un aire helado, una mirada
extraña, algo que movía mi pelo o rozaba levemente mis muslos desnudos.
Tanteaba nuevamente la pared, buscando desesperada el
siguiente interruptor para volver a encender la luz del pasillo, y entonces
cuando todo se iluminaba, me sentía estúpida y cobarde.
Pero mi imaginación era más fuerte que toda la razón que yo
me imponía en tener en cuenta.
Mi corazón galopaba en mi pecho ,como en una pesadilla, que
lamentablemente no existía, porque yo estaba bien despierta.
Entonces respiraba tres o cuatro veces, me forzaba a
tranquilizarme, y volvía por el pasillo hacia atrás, desandando el camino, y
asegurándome que no había nadie.
Apagaba la luz, y corría apurada al dormitorio, tanteando
las paredes como una ciega y acostándome asustada y tensa, intentando captar el
menor sonido, la menor brisa extraña que rompiera mi frágil equilibrio.
Y no había nada.
Solo el atronador silencio en mis oídos.
Sentía los ojos fríos, como ese aliento a miedo , la brisa
colándose por entre mis piernas, y el peso de alguien sentándose a los pies de
mi cama. No siempre ,pero alguien hundía suavemente el colchón. Alguien me
acompañaba y me miraba.
Cuando por fin lograba dormirme, me sumía en un sueño denso
y pesado, que era como una muerte de la que no quería despertarme nunca.
Pero la mañana siempre llegaba y con ella, mis pesadillas de
la noche anterior se diluían con la luz del día dejando el regusto amargo del
terror. Algo o alguien había, una presencia, un movimiento diferente, algo en
definitiva que durante el día perdía poder en mi mente, pero que desde que se
hacía de noche ,se reactivaba, retroalimentando mi terror.
Me repetía hasta el cansancio que era yo la que generaba más
miedo aún con mi propia adrenalina circulando enloquecida por mi sangre, y que
no existía nada capaz de ponerme en ese estado. Pero como en un sueño
recurrente, todo volvía a repetirse una vez más. Y esos ojos insomnes que me
vigilaban se abrían casi fosforescentes en mi mente cada vez que se hacía de
noche. No tenía más certeza que mi sensación, y nada se sostenía en la cordura.
Llegué a pensar que estaba loca, no me atrevía a hablar con
nadie.- ¿Quién me iba a creer? Lo había intentado con algunas personas de
confianza, pero, ante la suspicacia y extrañeza de sus miradas, había desistido
de seguir intentando buscar una respuesta que llegara desde afuera. La tendría
que encontrar yo sola, y no sabía muy bien si quería hacerlo o no.
Por eso me sentí asfixiada hasta la exasperación entre el
espanto y el alivio enloquecido, cuando después de estar un fin de semana fuera
de mi casa, entré a mi dormitorio y vi en la cama perfectamente estirada ,como
resaltaba a los pies ,la inconfundible y aterradora huella que deja alguien
cuando se ha sentado y no ha alisado la manta al irse.
(abril 2010)
Impresionante... Acabo de entrar en el ambiente perfecto para ver la película de terror que tengo preparada.
ResponderEliminarGran relato, Luna, lo he sentido.
Besos
Gracias Luis! Acabo de rescatarlo!
ResponderEliminarBuf! Te faltaba decir "en ocasiones siento muertos" (jeje). Qué terrible sensación vivir con un muerto que no quiere morirse...
ResponderEliminarGenial historia!
Ay Luni, se me erizó el pelo!!! Qué buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias chicas..la verdad que a veces me sucede, y quise narrarlo de forma tal que fuera un cuento,pero,esas sensaciones a veces me llegan!
ResponderEliminarYo creo que lo que le hace falta a la protagonista es un electricista que le ponga un conmutador en el pasillo.
ResponderEliminarPerdona esta pequeña broma para trivializar la intranquilidad que me ha provocado tu relato.
Muy bueno.
Abrazos.
ajajaja..pues sí,no te creas que cuando yo estoy sola,no enciendo todas las luces!
ResponderEliminarUn sugerente relato, y muy bien escrito.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias Pitt!
ResponderEliminar¡¡Ufff, qué agónico, mari!! Me metí en la piel de la mushasha... y uff qué escalofrío!
ResponderEliminarUn besazo, lunilla.
HOla bella!
ResponderEliminarUff..es que intenté comentar cómo siento yo el miedo!
besosssssssssssssssss
Esta muy bien escrito. Me gustó y te felicito.Se me ocurre un chascarrillo: "hace 30 años, hubiese encendido la luz para sacarse la duda de, si era o no real. Si era, invitarlo a que el quite el susto" ¿o no?
ResponderEliminarpp
ajajaja..es cierto..podría haber sido así! Gracias por lerme!
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