Partir.
De pié , sin mirar atrás y una losa en el alma preñada de
futuro.
Después el grito. Después las partidas ancestrales de dolor
y separación. Duelo negro contra el mar inevitable, inexpugnable, helado.
Encendida la noche en su ostracismo, obligada prisión ,isla acotada en el
pecho.
Y en esta absurda genealogía de dolor, ya no existen
horizontes donde refugiarse.
Las fronteras de ese abismo parten el pecho en dos, como una
daga maléfica, que separa la tierra y la piel de los que no habitan. La piel
deshojada del que parte, del que no volverá a oler su raíz.
Y todo se entierra en el silencio. No hablemos de
distancias, no hablemos de confines…todo está dentro de un absurdo hueco, que
te engulle sin remedio. Y no puedes llorar porque tu llanto es otro idioma que
ni tus ojos reconocen como propio.
De cada árbol una rama muerta que brota en una tierra
inesperada. Como esos besos que se dan al aire sin destino…y no hay brazos
abiertos para recibirlos.
El desdibujo inenarrable del dolor… eso es. Un caos de
miradas perdidas, que desconocen lo que recuerdan, que se olvidan de lo ignoto,
amnésicas historias que no se cuentan más que en secreto.
Ay de la tierra abandonada. De la tierra yerma y herida que
te abandona…del barco que te aleja y se va muriendo en el horizonte de lo que
queda atrás… ay de los hijos de los hijos… del retrato negro colgado en la
memoria, de los huesos enterrados en otro idioma.
Destierros. Lo que más amabas se resigna a la sombra donde
la torpeza del dolor no alcanza.
Entonces nos volvemos ciegos a ese pulso que late, donde
todo se vuelve olor.
( A mis bisabuelos, abuelos y a mi padre. A mi y a mis hijos
que logramos hacer luz de la partida)
(Texto ya publicado,pero,necesitaba volver a colgarlo)