Sos el hombre.
El que se viste de piel desnuda,
el que me arrebata el aliento
cuando sueño besarte.
Sos el sagrado conjuro
del que me alimento.
El alma rota que me arregla.
La mirada de fuego hecha agua.
Vos sos el temblor de mis pechos.
El calor de mi sexo.
La santidad de mi corazón,
mi inocencia pecadora
cuando me tocás en silencio
como si estuvieras aquí.
Justo aquí entre mis piernas
nadándome la piel,
con la boca humedecida de suspiros
sobre la mía.
Sagrado amante
en los tiempos imposibles
donde somos paralelas
ávidas y descontroladas
sin poder encontrarse.
Comunión
en los lechos
que deseamos habitar.
Escondites
que nos salvan
de morir sin habernos mirado.