Quizás se trate solo de eso.
Seguir las huellas que me indiquen hacia donde caminar ahora que parece que todo queda en suspenso.
Aquí intento guarecerme.
Es mi propio rincón,donde recibo a quienes quieran descansar un rato.
Bienvenidos a todos.
Desde algún lugar en lo alto, veré como médicos y enfermeros se agolpan a mi alrededor.
Sacudirán mi pecho en busca del pulso que revele vida. Tubos y cánulas entrando
y saliendo de mi cuerpo. No van a poder.
Todo lo que hagan será inútil-Ya habré decidido. Mi corazón y mis motivos son
míos, yo seré el que se vaya.
-Déjenme ya!- Gritaré. Y no habrá remedio.
La dosis ingerida me garantiza el poder escribir esta carta premonitoria.
Sabré por fin si se ve una luz al final del túnel. Si hay túnel. Si acudirán a
mí, con los brazos abiertos los seres amados que ya no están.
-Y si no hay nada?- Me desafiaban una y otra vez en eternas horas de discusión.
- Y si todo se acaba de una vez?- Pues bien, ahí estaré para dar o quitar la
razón.
Cuando me encuentren ya estaré en el camino o en la nada.
Se habrán silenciado los relojes de mi tiempo.
O quizás la luz me cegará y caminaré hacia ella con la certeza de que nada ha
terminado.
Pero... Qué es lo que quiero encontrar en realidad? El poder comprobarlo aún a
costa de mi vida?
Porqué no?
Nadie me cree capaz de hacerlo. La vida ya no vale para mí. Y eso no tendrá
importancia, si la razón es mía.
No puedo dar pié a la duda, y el fuego que corroe mi garganta es lo único que
me hace sentir vivo. Esto y el desafío. Yo contra todos.
El túnel me espera al otro lado, no puede ser de otra manera. O sí?
Si no hay más nada habré perdido, pero cómo demostrarlo? De ninguna forma! Y
entonces qué?
Sólo para mí será suficiente. Quedarán con la duda y sólo yo seré el dueño de
la verdad.
De alguna manera habré ganado. La eternidad o el vacío será mi poder.
Y se elevará mi sombra sobre los lechos inocentes de los otros, más los huesos
enterrados gritarán los silencios que quedaron por vivirse.
Siento el frío hálito que sube por la boca de mi estómago, la náusea se nutre
de mi decisión irrevocable y pierdo por momentos la conciencia entre el espasmo
y la espera.
Voy a cerrar los ojos. Mi presente es pasado.
O futuro.
En esta historia mínima,
donde la luna
cae de mis brazos
y se detiene
en esta piel
doblegada de deseo,
camino de puntillas
por el espacio
infinito de tu sexo.
Y ahí te quedas
detrás del pliegue crudo
de la distancia,
en el agrio conjuro
que me muerde
reclamándote,
y en el mudo acertijo
que a tientas
te desnuda
en mi memoria.
De pié , sin mirar atrás y una losa en el alma preñada de
futuro.
Después el grito. Después las partidas ancestrales de dolor
y separación. Duelo negro contra el mar inevitable, inexpugnable, helado.
Encendida la noche en su ostracismo, obligada prisión ,isla acotada en el pecho.
Y en esta absurda genealogía de dolor, ya no existen
horizontes donde refugiarse.
Las fronteras de ese abismo parten el pecho en dos, como una
daga maléfica, que separa la tierra y la piel de los que no habitan. La piel
deshojada del que parte, del que no volverá a oler su raíz.
Y todo se entierra en el silencio. No hablemos de
distancias, no hablemos de confines…todo está dentro de un absurdo hueco, que
te engulle sin remedio. Y no puedes llorar porque tu llanto es otro idioma que
ni tus ojos reconocen como propio.
De cada árbol una rama muerta que brota en una tierra
inesperada. Como esos besos que se dan al aire sin destino…y no hay brazos
abiertos para recibirlos.
El desdibujo inenarrable del dolor… eso es. Un caos de
miradas perdidas, que desconocen lo que recuerdan, que se olvidan de lo ignoto,
amnésicas historias que no se cuentan más que en secreto.
Ay de la tierra abandonada. De la tierra yerma y herida que
te abandona…del barco que te aleja y se va muriendo en el horizonte de lo que
queda atrás… ay de los hijos de los hijos… del retrato negro colgado en la
memoria, de los huesos enterrados en otro idioma.
Destierros. Lo que más amabas se resigna a la sombra donde
la torpeza del dolor no alcanza.
Entonces nos volvemos ciegos a ese pulso que late, donde
todo se vuelve olor.
( A mis bisabuelos, abuelos y a mi padre.
A mi y a mis hijos
que logramos hacer luz de la partida)
Parirme tiene algo de rabioso, algo inusitado, que estalla
en el útero dolido. Como un pozo , como un grito oscuro.
Y es tan larga la
noche… dolor y negrura.
Oh madre, tengo tanto miedo.
Madre dolor, madre pariéndome. Transitando por la asfixia de
no nacer. Respirando el acre terror de no saber, de no poder, de soledad. Yo. Sola. Naciendo.
Sangre dolor y miedo. Madre que te vas, que no quieres.
Todo se hace grito madre, ayúdame a salir. Líquida oscuridad
en ese túnel que me atrapa como a un pájaro moribundo la mano asesina.
Madre, no grites que tengo miedo.
El llanto sagrado rompe el silencio. Tu boca implora y se
abre como un sudario que espera.
Sangre. Entresijos de la violenta noche pariéndome, pariéndonos.
Tu corazón está lejos, tus ojos ,ciegos. Tu fin o mi principio, desde el dolor
más carnal. Desde mi terror. Desde tu miedo.
Y mi asfixia de feto azul.
Todo se torna azul océano, azul sangre, azul muerte. Brama
la oscura noche su perfil más negro.
Siento la letal mano que me arranca de tu útero, me arrancan
a la vida. Y grito desde tu miedo. Es desde tu miedo negro y denso que te
pierdo.
Oh madre, y me dejas en el helado vivir de sombras, y mi
llanto no se oye. Soy yo la que se muere de amor y de frío sin tu abrazo. Soy
yo la que se asfixia de tanto amarte, la que no nace a la luz de tu mirada.
Es más el miedo y el terror de morir las dos sin habernos
amado.
Desgarrada pena, encerrada y azul de ahogo. No puedo
llamarte, y tú no estás. No puedo verte
desde la orfandad de mis ojos.
Amame madre desde tu sueño que tengo miedo y frío. Desde tu
dolor y tu angustia, tengo miedo madre. De ser lo que no somos, mi corazón
abandonado es como un cuervo de luto. Sin tu pecho. Sin tu cálido pecho. Sola
aquí en este espacio azul. Azul cristal. Azules tubos como pezones estériles.
Bésame madre, bésame en esta noche , que no tengo reposo. Que
estoy sola y sin calor. Mutilada. Sin tus amorosos brazos para cuidarme.
Pequeña y frágil. Húmeda de soledad y tristeza. Desvalida en
este desierto de aceros y bisturíes.
Donde estás? Desde tu sangre, duermes. Desde tu dolor. Desde
mi miedo.
Mírame madre con tus ojos azules. Sola tú, abandonada y
fría. Tu absoluto vientre, vacío.
Sola yo, abandonada y azul.
Libérame madre de mi cordón. Oh madre, con la feroz tijera.
Corta el lazo, en la doliente cruz . Donde está el amor? Donde tu pecho lechoso y
tibio? Donde mi aliento?
No encuentro tu mirada madre. De tus caderas mis dolores. Aquí
en el confín donde media mi vida, aún hay pájaros que lloran.
Donde habita la pequeña sin alas? Porque unas manos frías aún
me tocan el alma. Busco el aire.
Devuélveme mis alas, madre.
Sangre y miedo en
la noche.
A veces me despierto y mi corazón está mirándose al espejo, oscuro, rojo. Apoyado contra el marco, late sangre.
- Oh agitada paloma moribunda. No hay más espacio en mi pecho.
Este trozo de carne descarnada es una amapola transparente.
El viento azota mis cruces y abraza los huesos rotos de la vida. Estén donde estén, amontonados en una esquina o sembrados en la tierra.
Hambriento corazón. Cómeme. No dejes ni una migaja de alma.
Ya no recordaba desde cuándo llovía torrencialmente sin
parar un solo instante.
Las calles se habían desdibujado y no había fronteras entre
las veredas y los jardines. El agua lo inundaba todo, borrando los espacios.
Cuando comenzó a penetrar en su casa, invadiéndola
lentamente, llevó sus cosas a la buhardilla , y en ese reducido mundo vivía con
el rostro pegado al cristal de una ventana por donde veía pasar los días,
absolutamente iguales. Su mirada se deslizaba como horas lentas por los
extraños recorridos que se dibujaban en el vidrio.
El tiempo parecía detenido en una engañosa trampa que
ocultaba el avance sigiloso del torrente. Ya no se distinguían los escalones
que llevaban a la primera planta y el agua trepaba como una enredadera
transparente, devorándolo todo .
Una mañana, tras la cortina de lluvia gris, creyó percibir
una tonalidad diferente, casi como un color luminoso, y se apuró en dejar
escrito ese momento para no olvidar el ligero matiz que parecía anunciar algún
cambio. Fue entonces cuando comenzó a llevar el cuaderno de lluvias con
rigurosa disciplina, un diario entre el delirio y la cordura, donde plasmaba
cada mínimo cambio de color, de olor o de intensidad.
Anotaba con afán y con detalles precisos sin dejar escapar
nada: una gota que rompía la monotonía de su recorrido, un olor a humedad menos
ácido, un impreciso azul que destellaba entre los techos que quedaban visibles
o quizás una pausa minúscula casi imperceptible en el torrente mortecino. Su
cuaderno crecía, llenándose de palabras que transformaban su realidad.
Algunos días caían cortinas grisáceas , espesas, que todo lo
ahogaban en una gran ciénaga de silencio, otros amanecía con la torrencial
lluvia convertida en cristales diamantinos y la vida recobraba el color
tamizándose en un gigantesco prisma que convertía su cuarto en un caleidoscopio
.Todo quedaba registrado minuciosamente.
Luego estaban los perfumes, los aromas distintos, cada uno
con su particular esencia que con esmero iba clasificando. Inspiraba lenta y
profundamente abriendo apenas la ventana y captaba cada matiz, cada partícula
olorosa, identificándola como si fuera algo visible mientras el agua seguía su
ascenso gélido.
En la mañana de la lluvia lila con iridiscencias oscuras y
aroma dulzón, el agua llegó al alféizar.
Apenas se percibían ya las chimeneas y algún techo, como el
de ella, que sobresalía en la parte alta de las antiguas casas. Había taponado
los bajos de la puerta, pero sabía por el olor a humedad y a madera mojada que
el agua llegaba hasta allí, intentó poner alguna manta más en el zócalo,
apretando con fuerza. Ya no quedaba tiempo.
Sus cosas se amontonaban en una pequeña mesa al lado de la
ventana y encima de todo, su cuaderno de lluvia abierto. Releyó algunas páginas
mientras minúsculos hilos se colaban por las rendijas y el olor dulzón se
adueñaba del espacio.
Por un momento casi etéreo se hizo silencio, todo se cubrió
de calma y sólo un acto tuvo sentido. Se acercó a la ventana y la abrió de par
en par, llevando su cuaderno en la mano. Comenzó a arrancar una a una las
páginas escritas lanzándolas al aire, viéndolas bailar ligeras y puras, así
como se sentía ella apoyada en el marco abierto por donde entraba ya a raudales
el agua.
Y por fin fue libre.
Las hojas en remolinos blancos fueron cayendo suavemente
como lluvia de palabras.
Estas son las siete cosas sobre mi que me apetece compartir!
1-Soy Argentina pero adopté la nacionalidad española,por
amor al casarme y venir a vivir aquí.
2-Escribo desde que tengo 18 años, nunca me había atrevido a
publicar nada hasta que encontre la primera página de escritores noveles con la
cual estuve casi 10 años como colaboradora, moderadora y finalmente
coordinadora hasta que la página cerró. Allí descubrí muchísimos escritores
talentosisimos,que aún hoy,sigo leyendo.
3-Amo la soledad,y busco a diario ese espacio que es sagrado
para mi.
4- Soy abuela! Tengo una preciosa nieta llamada Amanda que
es la concreción de una vida de amor.
5- Me encanta la música,y suelo acompañarme de ella cuando
escribo.
6- Descubrí tarde mi amor por la danza del vientre, empecé
ya muy mayor y durante estos últimos siete años,he disfrutado y descubierto una
parte de mi que me conecta con algo maravilloso!
7- Soy una mujer sencilla,alegre,reflexiva con un toque
infantil que a pesar de los años no he perdido!
Quiero agradecer a toda la gente que cada vez que cuelgo
algo,me lee,me comenta,comparte su precioso tiempo conmigo,y con la cual,siento
un lazo invisible que va más allá de las letras…
El tren traquetea con metálica costumbre arrastrándose sobre los raíles y
Marta cierra los ojos para no repetir cada día, cada árbol. Su mente se desliza
por caminos que la conducen al paraíso.
Sólo seis estaciones para revivir el encuentro prohibido.
Esos brazos que la rescatan del olvido, un cuerpo haciéndola vibrar al que
besa con delirio.
-"Quiero más"-piensa, sintiéndose súbitamente viva, como si los dedos
de su amante vagaran todavía por su piel. Un oasis generoso en su desértica
rutina.
-"Que no se me note"- ruega rítmicamente, acompañando el vaivén del
tren.
Sombra.
Es ella la maldita luz equivocada.
Maldita yo,
encaramada en el rencor.
Maldita
la bendición que no llega.
Obscena y maldita
la lágrima vertida.