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viernes, 26 de enero de 2018

hiedra

En esta historia mínima,
donde la luna
cae de mis brazos
y se detiene
en esta piel
doblegada de deseo,
camino de puntillas
por el espacio
infinito de tu sexo.

Y ahí te quedas
detrás del pliegue crudo
de la distancia,
en el agrio conjuro
que me muerde
reclamándote,
y en el mudo acertijo
que a tientas
te desnuda
en mi memoria.


(poema recuperado)



lunes, 15 de enero de 2018

El beso

Una vez más, sumándome al reto propuesto por Ginebra Blonde en su blog:


Esta vez el desafío es elegir una puerta, un argumento que nos sumerja en un relato que surge de esa imagen y de esa propuesta.

Y como siempre una vez más, ella hace la magia!
Elegí esta puerta...





Participo con este texto:

EL BESO

Siempre pedía lo mismo: té negro, sin azúcar y muy caliente.
Ese extraño personaje del que todo el pueblo murmuraba y del que nadie conocía apenas nada, tenía algo en su manera de mirar que lo hacía irresistible. Cada día, el tintineo de la campanilla de la puerta de la cafetería donde ella trabajaba, anunciaba su llegada. Y cada día quedaba atrapada en la turbadora presencia que proyectaba ese hombre misterioso. Siempre solo, siempre serio y silencioso, bebiéndose el té y leyendo un libro. Todas las tardes a la misma hora. Y a pesar de que no se atrevía ni siquiera a hablarle más allá de un saludo educado y tomar su pedido, esperaba ansiosa el instante en que como siempre, levantara la vista y la paseara en un lento e interminable recorrido hasta que por fin, sus miradas se encontraban y ella sentía que su respiración se detenía cuando sus ojos caían en el pozo negro de esa mirada. Ese duelo silencioso duraba el tiempo justo para que su corazón se disparara. Estaba segura de que él lo sabía. Por eso, no se extrañó aquella tarde en que al mirarse, él le sonrió brevemente y ella tembló, imaginando como sería besar esa boca carnosa.
Entonces levantándose de su mesa, se acercó a ella y le susurró- “Quiero conocerte, estaré esperándote fuera cuando termines tu jornada”. Y sin esperar respuesta salió a la calle.
 Su boca se secó súbitamente y sintió que le faltaba el aire. Se debatía entre el deseo y el miedo. -Por qué no?- se dijo.
Las horas pasaron con implacable lentitud y por fin cayó la noche. Cerró el local, bajó la cortina y cuando se giró lo vio esperándola, apoyado contra una farola fumando al amparo de la luz tenue.
Caminaron presurosos buscando un rincón oscuro donde poder saciar el deseo incontrolable de besarse.
Ella no podía dejar de mirarlo de soslayo, hipnotizada por esa mirada de fuego que la hacía temblar.
La energía magnética que emanaba ese hombre cautivador era casi tangible.
La antigua puerta con herrajes de hierro de un caserón apartado los ocultó en las sombras de la noche y los agitados alientos se buscaron ciegamente.
Él tanteó su boca abrasadora, los labios llenos de vida y la apretó contra su cuerpo envolviéndola entre sus brazos, respirando su aliento, mordisqueándole los labios con urgencia.
Ella, cerró suavemente sus ojos entregada al placer de sentir un terciopelo candente y húmedo acariciar su boca y bajar con deleite por su cuello blanco y sensual.
Se dejó llevar, abandonada como en un sueño.
Sintió como succionaba su cuello y pensó en las marcas que quedarían como recuerdo de esa noche.
Intentó levemente retirarlo un poco, pero la boca seguía su ritual.
Forcejeó contra ese cuerpo que la oprimía pero no pudo apenas moverlo.
El placer y el miedo se aliaron en un solo instante.
Un solo momento de claridad que la hizo recuperar los sentidos.
En el preciso segundo en que como implacables estiletes dos colmillos helados se clavaron dolorosamente en su cuello.
Un solo y único momento de terror y placer.
Y luego el sueño. La profunda caída hacia la oscuridad absoluta. Fría. Letal. La nada.
Condenada a vagar por la eternidad con las marcas delatoras en su cuello.





Ginebra, realiza un exquisito trabajo con nuestras participaciones, con tanto amor y respeto que solo puedo darle las gracias y sentirme orgullosa de participar.



sábado, 6 de enero de 2018

El viajero oscuro


Lo sintió llegar como una corriente helada tan temida y conocida apenas se sentó en el coche. Cerró los ojos apoyándose en el respaldo, intentando inútilmente que no la invadiera.

Pero la sombra crecía a medida que se acercaban al aeropuerto.

Una forma oscura y temible agazapada en cualquier rincón, esperándola, acechándola.

Esta vez había subido al coche con ella; otras, aparecía cuando facturaba el equipaje, y muchas, asaltándola en medio del sopor producido por las pastillas, cubriéndola de un sudor helado. Incluso alguna vez, creyendo que por fin había logrado derrotarlo, cuando llegaba al asiento del avión, la esperaba con esa risa siniestra que golpeaba su corazón asustado.

Y se hacía dueño de ella, la traspasaba como si fuera transparente y permeable, le sugería con aliento letal terroríficas imágenes de sangre y hierros retorcidos y cada vez que el avión se movía, o escuchaba algún ruido extraño, sentía aterrorizada como un dedo frío y esquelético trepaba por su espina dorsal helándole la sangre y los huesos, quitándole el aire del pecho, ahogándola de pavor.

Unas garras filosas le atenazaban la garganta sin dejar que el oxígeno bajara a sus pulmones.

Esa tarde volaba con él clavado en sus entrañas como una sanguijuela hambrienta.

En su angustia se aferraba a los apoyabrazos, con los labios apretados , intentando alejar todos los fantasmas que bebían de su náusea.

Las horas transcurrían con lentitud dejándola desolada y tensa, aún sabiendo que todo estaba bien y que no había peligro.

Sin embargo él se encargaba de hostigar su alma cada vez que lograba relajarse lo suficiente como para aquietar el latido furioso de su corazón.

Solo ansiaba llegar de una vez, refugiarse en su coche y sentirse viva de nuevo.

El avión perdía altura sacudiéndose un poco ,vibrando a medida que se aproximaba a la tierra y ella respiraba agitada esperando el momento en que anunciaran que podían levantarse de sus asientos y acabar con esa pesadilla.

Cuando por fin pudo incorporarse su cuerpo aún temblaba, y respirando hondo ,se dio cuenta de que él había desaparecido. Como siempre. Hasta el próximo vuelo.

Recogió el equipaje y se dirigió a su coche ligera pero agotada.

Condujo por la autopista , segura y feliz de volver a casa. Mientras tanto escucharía algo de música para relajarse, así que desvió la mirada hacia la radio para buscar la sintonía.

Repentinamente sintió en su mano el conocido tacto viscoso y frío... era él. Pero ¿cómo podía ser?

Desconcertada miró hacia los costados y por el retrovisor buscando lo invisible, sin fijarse en el camión que venía en sentido contrario.

Ninguna respuesta llegó a tiempo, oyó tan solo esa risa gutural.

Un segundo antes de que su cabeza se estrellara contra el parabrisas.

Un segundo antes de que lo entendiera todo.


(Relato recuperado)
(imagen recogida en Google)