Escuchan las gotas
su negro sonido
golpear sobre los tejados,
donde los necios
se agolpan
para encontrar un sentido
que arroje cenizas
al mundo oculto
que se les niega.
Arden de ira
los techos empapados.
Las palabras no se escuchan
porque las voces , oh las voces
acarrean siglos
de dolor.
Porque hay una sola voz
entre miles.
Agrias gotas
se estrellan sobre
los tejados cenicientos.
El dolor es un arma
que dispara cadáveres,
que entierra amores y desamparos,
que llora furioso
en la alcoba de los humildes.
Oh diosa desterrada,
visión absoluta de la certeza
en este presente que furibundo
se debate
arrastrando tras de sí
los huesos que hablan en los sueños.
Purgatorios que arrastramos
como un lastre inevitable.
No hay condena.
Solo esto.
(29/5)