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martes, 28 de noviembre de 2017

LA OTRA VENTANA (reto de Ginebra Blonde)

Nuevamente y de la mano de Ginebra Blonde  me vuelvo a sumar a su reto, siempre tan original y lleno de vida!
Ella con su magia y su talento ha logrado que todos los que hemos participado, brillemos a través de su mirada.
El reto consistía en elegir un escenario, uno o dos objetos, y en el texto debería aparecer la figura de un fotógrafo.
Dejo aquí mi participación y los invito a pasarse por su blog y leer todas las colaboraciones que no tienen desperdicio!

GRACIAS GINE, ERES PRECIOSA!



LA OTRA VENTANA

En la cocina, una mujer desnuda abre la ventana. Acodada en el marco mira hacia afuera y su piel se estremece levemente ante el roce del aire.
Entre sus dedos, como si fuera un juguete,  rueda un lápìz de labios. Se mira fugazmente en el cristal, sonríe y comienza a pintarse con toques delicados repasando su boca, relamiendo sus labios que se convierten en pétalos rojos.
Sus ojos buscan esa otra ventana . Frente a ella ,una cortina se mueve sutilmente.
Entonces, con un lento movimiento coloca la barra de labios entre sus pechos y comienza a trazar una roja línea que baja atravesando su vientre y cruzando el puente de su ombligo ,se detiene en el pubis.
Sus ojos perdidos en el otro cristal se dilatan y su dedo sigue el recorrido de ese cremoso río rojo hasta hundirse entre sus ingles.
El disparo amortiguado del flash entre las cortinas enciende su sexo.
Sin dejar de mirar los cortos chispazos de luz se acaricia con los dedos húmedos y calientes.
Cuando por fin el destello deja de iluminar esas décimas de segundos que son como latidos, ella al borde del orgasmo, sabe que él, habrá dejado la cámara a un lado y estará acariciando su sexo con los ojos clavados en la otra ventana abierta de par en par, como las piernas que vislumbra, deseando recorrer con su lengua esa deliciosa línea roja dibujada en su cuerpo.
Entonces y solo entonces, se abandonarán a un largo y húmedo orgasmo.
Y un momento después,cerrará los postigos.








domingo, 19 de noviembre de 2017

El éxtasis de Verónica

Recuperando este relato, gracias a la memoria de Auroratris,que lo recordó como uno de los que más le había gustado cuando comenzamos a leernos. Para tí Auro!
Es un relato que escribí con muchísimo cuidado para lograr decir todo lo que quería significar.
Un abrazo a todos!


                                                            I

Acaba de amanecer, y los primeros rayos de luz se cuelan a través de los vitrales de la capilla silenciosa.
Arrodillada en uno de los bancos, con la frente apoyada en sus manos entrelazadas , una delgada figura reza.
La hermana Verónica acude todos los días a la capilla del convento y su juventud destaca como una luz brillante en ese frío espacio consagrado a la oración. Se arrodilla sumisa en un banco y oculta el rostro entre sus manos, entregándose a sus rezos repitiendo los salmos aprendidos que resuenan fervorosos como letanías.
Pero a pesar de su concentración no puede evitar que sus ojos se claven una y otra vez, día tras día, en el ángel que asoma entre los santos de una de las sagradas imágenes que adornan la iglesia. Una rubia figura cubierta tan solo por un paño blanco entre sus delgadas piernas y cuyos brazos se unen amorosamente en el centro de su pecho pálido, casi transparente, con los dedos de las manos entrelazados. En su rostro enigmático los ojos se abren reverentes y la sonrisa es un gesto casi imperceptible.
Pero son esos inocentes ojos color turquesa los que arrebatan el corazón de la hermana Verónica, envolviéndola en un calor absolutamente humano, mientras que en las frías paredes , pareciera extenderse un halo de luz que une la mirada del ángel con el azorado corazón de Verónica, que siente como su alma se regocija con una sensación cercana al éxtasis. Y se confiesa confusa sin poder darle nombre a su pecado, estrujando con angustia un papel que guarda dentro del bolsillo de su hábito…una imagen del ángel adorado que arrancó secretamente de una de las enciclopedias de la biblioteca y a la que noche tras noche aprieta contra su corazón.
Sabe que lo que siente es algo cercano a lo prohibido, al deseo de tocarlo, de acercarlo a su pecho y sentir esa piel. Por eso se cuela por los pasillos que conducen a la iglesia cada vez que encuentra un motivo para ir a rezar.
Corre agitada por las galerías, y se inclina reverencialmente ante el altar. Y como siempre, una y otra vez, se promete no volver a elevar sus ojos ni su corazón ante la inocente imagen que con una sonrisa la invita a romper constantemente su promesa, cuando esa mirada fija se clava en sus pupilas y en su alma desolada, sintiendo como su pecho se llena de calor, sus mejillas arreboladas arden de gozo y de vergüenza y sus uñas se clavan en la palma de sus manos haciéndola sentir un doloroso placer.
-“Perdona nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores-“
“ Líbrame señor de todo mal, de toda tentación, por mi culpa, por mi culpa,”
 –“Ave María Purísima…” (No me mires, no quiero mirarte… Mírame por favor)
En la soledad de su cama, el temblor de su carne al mirar la figura que guarda entre sus vestiduras, la mantiene insomne hasta que por fin cae en el sopor de un sueño inquieto y febril, mientras comienza a iluminarse el cuarto al llegar el día.

                                                                  II

Todas las mañanas sale del convento con paso ligero, con el pan y las galletas que las monjas preparan para repartir entre los más necesitados que acuden a la asociación vecinal.
Camina presurosa sin mirar a nadie, concentrada en su reflexión, pero no puede evitar encontrarse con el mundo real, con lo que sucede tras los muros del convento, la gente, la calle, los negocios que reclaman con brillantes escaparates para que uno se detenga a mirar. Sobre todo el que ella mira fugazmente de reojo, y que promete una especie de eternidad, un “para siempre” que queda rondando como un eco en su cabeza.
Día tras día el corazón de Verónica late más de prisa cuando pasa por la puerta y es entonces cuando la idea comienza a crecer como una ligera pompa de jabón, casi como una voz celestial que responde a sus ruegos. Ha visto la puerta por donde puede entrar sin exponerse demasiado, y comprueba también que el interior no se ve desde la calle, protegido por unas persianas decorativas. Sólo unos dibujos adornan la puerta de entrada cruzados por un cartel que invita a atreverse.
Y hoy por fin va a entrar. La respuesta a su oración febril ha llegado, y en su mente los azules ojos angélicos brillan animándola a cumplir esa especie de pacto divino. Sabe que romperá un voto sagrado , pero en su éxtasis no puede sustraerse al deseo. Finalmente avanza con seguridad y abre la puerta.
Una vez dentro del local, despliega alisando nerviosamente con los dedos, la imagen arrugada que la acompaña siempre, la pone delante de los ojos del hombre que la mira con incredulidad y saca de su bolsillo un puñado de billetes que coloca sobre la mesa. Él entonces la acompaña por el pasillo hasta un pequeño cuarto iluminado por una lámpara dirigida hacia una camilla y le pide que se acueste mientras prepara lo necesario.
Verónica se sienta en el borde y abre con lentitud y cierto temor los botones de sus enaguas, enseñando la carne inmaculada de su pecho, como el corazón coronado de espinas del Señor, como una ofrenda sagrada.
Cuando el hombre vuelve a entrar, ella está ya preparada, con los ojos clavados en el techo, entregada al vértigo anticipado. Siente los dedos del hombre hurgar su piel, y entonces cierra los ojos cuando la aguja toca su pecho y el zumbido rompe el silencio de la habitación.
 –“Bendita tú eres entre todas las mujeres…”
–“Creo en la resurrección de la carne, la vida perdurable…”
 –“Perdona Señor mis pecados…no soy digna de recibirte”
 (Mírame por favor, no dejes de mirarme).
Y cuando todo acaba, se levanta despacio, acercándose al espejo. La imagen que ve es la de una virgen iluminada. Su secreto le hiere la piel y su pecho vibra por fin.
Abotonando rápidamente su túnica, sale del recinto, con el ángel tatuado para siempre en el pliegue interno de su pecho izquierdo.




miércoles, 8 de noviembre de 2017

im...perfectos


Con este cigarrillo
quemando las palabras
pienso en ti.
Quise que me abrazaras
para sanar todo el miedo,
para vaciar mi boca
de todos los nombres
que no dije.
(El humo toca
el cristal de mi alma)

Te deseé
antes de quererte, 
me quisiste
antes de desearme.
A veces pasan estas cosas.
Pájaros perdidos
que se encuentran
en la rama,
o en la delicada espiga
de un corazón.
La inclemencia del fuego
de tus ojos
no me da tregua,
y apagas tu sed
contra mi espalda,
con ese olor tan suave
que me impregna.