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lunes, 25 de junio de 2012

mínima I .

Como una joya
su pelo perdido
en la maraña
de la almohada,
resplandecía luminoso
hecho de luz
hiriendo el aire.


miércoles, 20 de junio de 2012

Fluir



Mis manos se abren
y se llenan de aire.
Mis ojos
sueñan el espacio
que deja
tu espalda en la cama.

Y la felicidad
acaricia
en silencio
toda la piel desnuda
cuajada de luz. 

 Marzo 2012


viernes, 15 de junio de 2012

Un muerto

El muerto en la calle
con el cuerpo ladeado
de manera imposible.
Un banco
Hace de féretro inmediato
y las miradas incrédulas
murmuran en voz baja.

Un muerto en la calle.
El súbito zarpazo
deja helado el gesto.
La mirada se pierde
más allá de la calle
y el pico afilado
de la muerte
horada sin piedad
la luz de la mañana.

Mayo,2012






martes, 12 de junio de 2012

viernes, 8 de junio de 2012

Basta! ( la basta...)


Al final se lo voy a decir-“No me hinchés más las pelotas”- No encuentro una simbología femenina al término “pelotas” que tenga la misma contundencia.
Porque “pelotas” no puede compararse con “tetas” ,ni siquiera con “lolas”, sencillamente porque la imagen que sugieren es totalmente distinta, y obviamente mucho más eficaz la asociada a la pechuga. (Básicamente por la visualidad masculina)
Qué se va a creer?
Ya me tenía podrida con su pseudointelectualidad ,disfrazada de condescendencia. Anda y que te den.
Con tu muletilla eterna: “ Siempre tienes que meter la puntilla!”
Y yo pienso- Qué puntilla?- Ni puntilla ni medio centímetro iba a meter él. Por lo menos a mi.
Pedante, perdonavidas, de qué vas?
Decirle “ No me hinchés las pelotas” era tocarle las idems, a él, que no tolera las groserías femeninas, a él, que se jactaba de no tener un ápice de xenofobia, y que el ejemplo mejor lo tenía al haberse casado conmigo, que soy argentina ( sudaca…mmm…suena casi erótico) Jamás, lo podría reconocer ,pero, tenía ese punto casi de haberme sacado del “arrosho” a comer jamón serrano. Pelotudo y encima engreído.
Yo creo que eso le molaba, lo ponía, se calentaba. Y yo, cuando me di cuenta ,me fui poniendo cada vez más basta, más ordinaria, más “sudaca”, eso…
-Y qué querés que te diga? “No me toques las tetas?- 
-“Nene ,mis tetas son sagradas”- que te quede claro ,pelado egocéntrico.
Y yo veía como se le dilataba la vena del cuello por la bronca, por la rabia…por oírme arrastrar la “y” convirtiéndola en un “shhhh” que le taladraba los oídos.
Jodéte, jódete, embromáte…que te recontraparió tarado.
No me vengas con monsergas ,con cuentos chinos, con pelotudeces intelectuales, acerca de mis ventajas de vivir en el primer mundo.
Se acabó el trato absurdo entre vos y sho… te vas por donde viniste ,eso era lo acordado. No eres dueño de ninguna parte mía, ni siquiera del documento que firmamos, así que rajá, que yo me piro.
Vos tuviste tu sueño de estar casado y cobrar una pasta por ello, y sho me quedo con los papeles que me abren una puerta en este país. ¿De acuerdo?¿ Tan difícil te resulta entender y respetar esto que en definitiva era lo que habíamos pactado?
Te creíste dueño, mecenas, o amo .Infeliz ,malfollado,o malcogido, para que me entiendas de todas las maneras…
Intelectual de pacotilla, enfermo y repelente.
No me volverás a poner una puta mano encima.






lunes, 4 de junio de 2012

EL CUADERNO DE LLUVIAS



Ya no recordaba desde cuándo llovía torrencialmente sin parar un solo instante.
Las calles se habían desdibujado y no había fronteras entre las veredas y los jardines. El agua lo inundaba todo, borrando los espacios.
Cuando comenzó a penetrar en su casa, invadiéndola lentamente, llevó sus cosas a la buhardilla , y en ese reducido mundo vivía con el rostro pegado al cristal de una ventana por donde veía pasar los días, absolutamente iguales. Su mirada se deslizaba como horas lentas por los extraños recorridos que se dibujaban en el vidrio.
El tiempo parecía detenido en una engañosa trampa que ocultaba el avance sigiloso del torrente. Ya no se distinguían los escalones que llevaban a la primera planta y el agua trepaba como una enredadera transparente, devorándolo todo .
Una mañana, tras la cortina de lluvia gris, creyó percibir una tonalidad diferente, casi como un color luminoso, y se apuró en dejar escrito ese momento para no olvidar el ligero matiz que parecía anunciar algún cambio. Fue entonces cuando comenzó a llevar el cuaderno de lluvias con rigurosa disciplina, un diario entre el delirio y la cordura, donde plasmaba cada mínimo cambio de color, de olor o de intensidad.
Anotaba con afán y con detalles precisos sin dejar escapar nada: una gota que rompía la monotonía de su recorrido, un olor a humedad menos ácido, un impreciso azul que destellaba entre los techos que quedaban visibles o quizás una pausa minúscula casi imperceptible en el torrente mortecino. Su cuaderno crecía, llenándose de palabras que transformaban su realidad.
Algunos días caían cortinas grisáceas , espesas, que todo lo ahogaban en una gran ciénaga de silencio, otros amanecía con la torrencial lluvia convertida en cristales diamantinos y la vida recobraba el color tamizándose en un gigantesco prisma que convertía su cuarto en un caleidoscopio .Todo quedaba registrado minuciosamente.
Luego estaban los perfumes, los aromas distintos, cada uno con su particular esencia que con esmero iba clasificando. Inspiraba lenta y profundamente abriendo apenas la ventana y captaba cada matiz, cada partícula olorosa, identificándola como si fuera algo visible mientras el agua seguía su ascenso gélido.
En la mañana de la lluvia lila con iridiscencias oscuras y aroma dulzón, el agua llegó al alféizar.
Apenas se percibían ya las chimeneas y algún techo, como el de ella, que sobresalía en la parte alta de las antiguas casas. Había taponado los bajos de la puerta, pero sabía por el olor a humedad y a madera mojada que el agua llegaba hasta allí, intentó poner alguna manta más en el zócalo, apretando con fuerza. Ya no quedaba tiempo.
Sus cosas se amontonaban en una pequeña mesa al lado de la ventana y encima de todo, su cuaderno de lluvia abierto. Releyó algunas páginas mientras minúsculos hilos se colaban por las rendijas y el olor dulzón se adueñaba del espacio.
Por un momento casi etéreo se hizo silencio, todo se cubrió de calma y sólo un acto tuvo sentido. Se acercó a la ventana y la abrió de par en par, llevando su cuaderno en la mano. Comenzó a arrancar una a una las páginas escritas lanzándolas al aire, viéndolas bailar ligeras y puras, así como se sentía ella apoyada en el marco abierto por donde entraba ya a raudales el agua.

Y por fin fue libre.
Las hojas en remolinos blancos fueron cayendo suavemente como lluvia de palabras.

( A mi hermosa casa de Laprida)